sábado, 1 de julio de 2017

Éramos unos niños




Tenía uno de los caballos ganadores

                                   
I de II
Nacida el 30 de diciembre de 1946 en el North Side de Chicago, Patti Smith, fuera de los Estados Unidos, es conocida sobre todo por su faceta de cantante de rock desde que empezó a hacer boom después de su primer elepé: Horses (1975). Pero también es poeta, compositora y artista gráfica. En su país, su libro de memorias en inglés Just Kids apareció el 19 de enero de 2010 editado por Ecco; y con traducción al español de Rosa Pérez y el título Éramos unos niños, Random House Mondadori lo publicó en España en junio de 2010 y en México en abril de 2012 con el sello de Lumen. En sus notas preliminares y en los postreros “Agradecimientos”, Patti Smith deja claro que sus memorias giran en torno a su entrañable vínculo con Robert Mapplethorpe, el controvertido fotógrafo nacido en Nueva York el 4 de noviembre de 1946, muerto por el SIDA, a los 42 años, el 9 de marzo de 1989, cuya biografía ha sido crítica y minuciosamente expuesta por Patricia Morrisroe en un volumen publicado en inglés en 1995 y en español en 1996 por Circe Ediciones, con traducción de Gian Castelli Gair.
Patti Smith y Robert Mapplethorpe en la portada de Just Kids
(Ecco, 2010)
  Ilustrado con 3 dibujos y 27 fotografías en blanco y negro (reproducidas con baja resolución), Éramos unos niños está dividido en cinco capítulos. Patti Smith alude un diario que dejó de llevar poco después de que a fines de septiembre de 1986 se enterara de que Robert Mapplethorpe padecía de SIDA; es posible que dicho diario haya incidido en el ejercicio mnemónico y cronológico que implicó hilar las anécdotas, los datos y fechas que conforman su libro. Pero inextricable a ello se advierte que no en vano pasó el tiempo: sus memorias, ineludiblemente parciales y no exhaustivas, están matizadas y maceradas por la perspectiva y el cedazo, no de una chavala roquera y lectora (con aspiraciones de poeta y artista gráfica) que en el entorno neoyorquino busca afirmase a sí misma entre 1967 y 1979, sino de una mujer culta, serena y creyente que, casi a cada paso de sus recuerdos y relatos, recurre a la cita de un libro, de una película, de un disco, de un músico, de un escritor, de un pintor, de una obra de arte, de una fecha, de un dato histórico, etcétera. De tal modo que tales cultivados condimentos son los que le dan sabor, contraste, sustancia y sustento.

Robert Mapplethorpe y Patti Smith en la portada de
Éramos unos niños (Lumen, 2012)
  Pese a que el punto gravitacional de Éramos unos niños es su relación con Robert Mapplethorpe, sus memorias, narradas en primera persona, mucho tienen de autobiografía y por ende ella es la protagonista. “Nacidos en lunes”, el título del primer capítulo alude la coincidencia de que ambos nacieron un lunes de 1946: Robert de principios de noviembre y Patti de fines de diciembre. Además de las anécdotas personales y sobre la infancia de ambos, tal capítulo casi concluye con el relato de su embarazo, no premeditado, a sus 19 años (fines del verano de 1966) y el hecho de que dio el bebé en adopción. Tal episodio, con su cariz traumático, a mediados de 1967 marca su ida (no huida) de su casa familiar en Nuera Jersey rumbo a Nueva York, donde busca empleo y ser autosuficiente, y donde en torno a la muerte de John Coltrane (murió el 17 de julio de 1967) y otros hechos, conoce a Robert. 

John Colttrane
   
Patti Smith de niña

      “Unos niños”, el segundo capítulo, se denomina así (y por ende el libro) por un incidente sucedido en el otoño de 1967 cuando ambos, ataviados con su “ropa preferida” (“yo con mis sandalias beatnik y mis pañuelos deshilachados, y Robert con sus collares de cuentas y su chaleco de piel de carnero”), pasaron la tarde vagando por Washington Square y la mujer de “un matrimonio maduro”, al ver su facha de “artistas”, le pidió a su marido que les tomara una foto, quien apostrofó: “Solo son unos niños.” Vale objetar que tal calificativo exagera, pues eran unos jóvenes de 20 años que eran pareja y vivían juntos y que Robert ya consumía LSD. Precisamente viajaba en ácido el día del verano de 1967 que se hicieron amigos cuando inesperadamente él la rescató de las garras de un galancete (dizque escritor) que la había invitado a cenar y al parque de Tompkins Square. Por esas coincidencias y premoniciones que signan su libro, Patti Smith, que era cajera de una librería Bretano’s, previamente lo había conocido cuando él compró “un modesto collar de Persia”, el favorito de ella, quien al dárselo le dijo: “No se lo regales a ninguna chica que no sea yo”. El día de tal rescate, luego de un largo paseo, cuando ya era de madrugada y se habían confesado que no tenían dónde dormir, se introdujeron en el departamento de un amigo de Robert donde éste le mostró unos dibujos suyos (signados por otras coincidencias). Al día siguiente ella supo que ya eran pareja. 

   
Robert y Patti en el departamento de Hall Street 160


         Luego de unas semanas en ese departamento en Waverly Avenue, que era  de Patrick y Margaret Kennedy, Patti y Robert se mudaron al número 160 de Hall Street, que fue el primer departamento que compartieron, hasta que las contrariedades los separaron sin que se perdiera su lazo amistoso (fue entonces cuando se desencadenó la homosexualidad de él y su proclividad a hacer collages con recortes de revistas gay). Vale observar que las anécdotas de la separación (y otras) difieren en rasgos y detalles de lo que bosqueja Patricia Morrisroe en su citada biografía de Robert Mapplethorpe. En este sentido, en “Unos niños” Patti dice que después de la Semana Santa de 1969 viajó a París con su hermana Linda (allí fueron músicas callejeras y ella vivió la muerte de Brian Jones, quien murió el 3 de julio de 1969, escribiendo una serie de poemas dedicados a éste donde por primera vez expresó en su obra su “pasión por el rock and roll”) y que al regresar a Nueva York el 21 de julio de 1969 buscó a Robert y lo halló en circunstancias lamentables: “Tenía una gingivitis ulcerosa y fiebre alta y había adelgazado.” Y así enfermo y exangüe, luego de un asesinato ocurrido frente a la puerta del piso donde subsistía, se fueron al astroso y sucio “hotel Allerton de la Quinta Avenida”, donde además de descubrir los “signos de gonorrea” que lo atosigaban, luego de casi una semana, al no tener con qué pagar, salieron huyendo en un taxi rumbo al Hotel Chelsea, prometiéndose no separarse hasta que pudieran valerse por sí mismos.  


Entrada del Hotel Chelsea 




II de II
“Hotel Chelsea”, el tercer capítulo de Éramos unos niños, es el más largo del libro. Según dice Patti Smith, “Cuando nos registramos yo no tenía idea de cómo sería vivir en el hotel Chelsea, pero me di cuenta de que terminar allí había sido un formidable golpe de suerte.” Y vaya que si lo fue, pues además de la legendaria fauna que lo habitaba o que pasó por allí y por su contiguo bar El Quixote y que incidió en su vida y aprendizaje, en ese entorno empezaron a forjar con mayor énfasis las habilidades artísticas que luego desarrollarían. En lo que concierne a Robert Mapplethorpe, obstinado en sus dibujos, en sus objetos y especies de intervenidos ready mades y en sus collages con recortes de revistas gay (ante los que Patti solía decirle que él debería hacer las fotos), y al no lograr que ninguna galería se interesa por exhibir su obra, fue allí, en la suite de Stanley Amos, donde el 4 de noviembre de 1970 montó su primera muestra individual de “collages centrados en fenómenos de feria”. Pero además fue con la Polaroid de Sandy Daley, inquilina del Chelsea y su principal entusiasta, con la que ejercitó sus primeras rudimentarias fotos con visos artísticos.   
Patti y Robert en la escalera de incendios del edificio de la Calle
Veintitrés Oeste donde compartieron un loft sin regadera ni retrete
  Pese a que a fines de mayo de 1970 dejaron el Hotel Chelsea, el período en torno a éste concluye el 20 de octubre de 1972, día que Patti y Robert se fueron del loft (sin regadera ni retrete) que habían rentado en la Calle Veintitrés Oeste. Robert, además de sus andanzas de prostituto y golfillo en bares sadomasoquistas, ya había sido pareja del modelo David Croland y oscuro objeto del deseo de John MacKendry, director de fotografía del Museo Metropolitano de Arte (quien le regaló una Polaroid y le suministró “todo el dinero que necesitaba” para las películas), y por entonces ya era pareja de Sam Wagstaff, riquísimo coleccionista, 25 años mayor que él, quien se convirtió en su principal mecenas por el resto de su vida y por ello le había comprado un loft ubicado “en el número 24 de Bond Street”, sitio al que se cambió. Patti, por su parte, se fue a la calle Diez Este donde Allen Lainer, teclista de un grupo de rock y su pareja, había rentado un departamento. 

Patti Smith en un balcón del Hotel Chelsea
  Abundan las anécdotas sobre cómo Patti Smith va conformando su ruta vinculada al rock and roll, ya como poeta interesada en fusionar la poesía con la música (desde que vio a Jim Morrison), ya como reseñista de discos en revistas de rock, e incluso como letrista y compositora, pues, por ejemplo, al etnomusicólogo Harry Smith, allí en el Hotel Chelsea, tras oír unas “grabaciones [que éste le puso] de los rituales del peyote de los indios kiowa y canciones populares del oeste de Virginia”, sintió una afinidad con tales voces que compuso una canción y se la cantó. Y a mediados de julio de 1970, luego de cubrir el último pago de su primera guitarra, comenzó a ejercitarse con un cancionero de Bob Dylan, hasta que compuso una canción y se la tocó y cantó a Sandy Daley y a Robert Mapplethorpe. Y en agosto de 1970, tras un concierto de Janis Joplin sucedido en Central Park alrededor de dos meses antes de su muerte, Patti Smith la acompañó a su suit en el Chelsea y le cantó una canción que le había hecho, cuya letra se lee en el libro (en inglés y en español).

Janis Joplin en la entrada del Hotel Chelsea
  Y además de que en una suite del Hotel Chelsea vio a un grupo de músicos componer, en torno y con Janis Joplin, las rolas de su último disco, luego, cuando ella inesperadamente murió en Los Ángeles el 4 de octubre de 1970, a sus 27 años, allí mismo en el Chelsea le tocó llorarla con el guitarrista Johnny Winter, con quien un día antes había llorado y recordado la muerte de Jimi Hendrix, muerto en Londres, a los 27 años, el 18 septiembre de 1970, en cuyo sepelio él tocó.

Jimi Hendrix y Janis Joplin
 
Janis Joplin y Johnny Winter
     
Johnny Winter y Janis Joplin
     
Jimi Hendrix y Johnny Winter
         
Cuando a mediados de agosto de 1970 en Nueva York se sucedía la multitudinaria ebullición del Festival de Woodstock, Patti Smith, sin conocerlos personalmente, en el bar El Quixote había visto, entre otros roqueros, a Janis Joplin y a Jimi Hendrix. El 28 de agosto de 1970, previo al vuelo de Hendrix a Londres “para tocar en el festival de la isla de Wight”, tuvo un sorpresivo y breve diálogo con él en las escaleras del Wartoke Concern; según dice, Jimi “Soñaba con reunir a músicos de todo el mundo en Woodstock”. Pero el caso es que en el capítulo cuarto: “Cada uno por su lado”, cuando ya Patti Smith había dado recitales en bares y lugares públicos en los que hacía coincidir la música del rock y la poesía (uno dedicado a Jim Morrison y varios a Arthur Rimbaud), en abril de 1974, cuando grabó su primer single (pagado por Robert Mapplethorpe) lo hizo en Electric Lady, “el estudio de Jimi Hendrix”, y para homenajearlo ella y sus músicos grabaron “Hey, Joe”. En este sentido, dice Patti: “Antes de empezar, susurré ‘Hola, Jimi’ al micrófono.”  
Portada del primer single de Patti Smith grabado
en los estudios de Electric Lady en abril de 1974
  Imposible resumir todas anécdotas, sesgos y detalles que Patti Smith evoca y narra en Éramos unos niños. Baste decir que cuando “el 2 de septiembre de 1975” abrió las puertas del estudio Electric Lady para iniciar la grabación de Horses, su susodicho primer elepé, no pudo “evitar recordar la vez en que Jimi Hendrix se había parado ha hablar con una tímida muchacha”. En el cuarto capítulo, además, narra una serie de minucias que giran y subyacen en torno al celebérrimo retrato que le tomó Robert Mapplethorpe para ilustrar la portada de Horses.

Portada de Horses (1975), primer elepé de Patti Smith
Foto: Robert Mapplethorpe
  Vale añadir, a modo de mínima alusión, que en “De la mano de Dios”, el quinto y último capítulo del libro inicia cuando a finales de septiembre de 1986, residente en Detroit desde 1979 y casada con el guitarrista Fred Sonic Smith, embarazada y con un pequeño hijo, luego de varios años de no ver a Robert Mapplethorpe, pretendía contactar con él por teléfono para que hiciera la foto de la portada de su elepé Dream of Life (1988). Además de los pormenores que narra relativos a la toma de la imagen que lo ilustra, fue entonces cuando supo que Robert “Había estado hospitalizado con una neumonía asociada al SIDA”.



Portada de Dream of Life (1988)
Foto: Robert Mapplethorpe




Patti Smith, Éramos unos niños. Traducción del inglés al español y notas de Rosa Pérez. Iconografía en blanco y negro. Lumen. México, 2012. 304 pp.




No hay comentarios:

Publicar un comentario