jueves, 15 de agosto de 2013

Luis Buñuel. Una biografía




En el nombre del Ojo

                                 
I de II
Publicada originalmente en inglés, en Londres, en 1994, por Fourth Estate Limited, e impresa en español en Barcelona, en 1996, por Ediciones Paidós Ibérica, bajo la traducción de Núria Pujol i Valls, Luis Buñuel. Una biografía, del polígrafo australiano John Baxter (Randwick, Nueva Gales del Sur, 1939), no es ni puede ser la biografía definitiva del cineasta aragonés Luis Buñuel (1900-1983), sino que ineludiblemente resulta una biografía más entre las numerosas exploraciones biográficas (muchas veces divergentes en cuanto a fechas y datos no sólo sobre sus filmes) que sigue suscitando la polémica y legendaria trayectoria del célebre director de cine, cuya filmografía (ilustrada con retratos y fotogramas) puede leerse, por ejemplo, en ¿Buñuel! La mirada del siglo (Madrid, 1996), el voluminoso libro-catálogo de la retrospectiva montada, entre el 4 de diciembre de 1996 y el 2 de marzo de 1997, en el Museo del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, organizada a través del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, España, y del mexicano CONACULTA (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes).
 
(Paidós, Barcelona, 1996)
   
Museo Nacional de Arte Reina Sofía en Madrid
Museo del Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México
"Edición a cargo de Yasha David"
(España, 1996)

   
Luis Buñuel (París, 1929)
Fotografía de Man Ray
      Uno de los elementos más atractivos de la biografía de Luis Buñuel escrita por John Baxter, es, sin duda, la exhaustiva investigación que deja entrever a lo largo de los 33 apretados y minuciosos capítulos que la conforman, de la cual, al término, expone tan sólo una “Bibliografía básica”, entre la que se distingue Mi último suspiro (Plaza & Janés, 1982), las memorias de Luis Buñuel dictadas a Jean-Claude Carrière, que varias veces el biógrafo cita y cuestiona, y Memorias de una mujer sin piano (Alianza Editorial, 1991), las evocaciones de la francesa Jeanne Rucar (1908-1994), esposa del cineasta desde enero de 1934 hasta su fallecimiento, escritas con la colaboración de Marisol Martín del Campo, y que a John Baxter le sirven para contrastar la imagen de familia y matrimonio feliz que los Buñuel mostraron ante los ojos del mundo, y el machismo y los dogmas personales con que, al parecer, el cineasta gobernó en su casa con ubicuo ojo avizor. Dice Jeanne Rucar: “Creo que el motivo por el que Luis me mantenía al margen de sus conversaciones íntimas con sus amigos y su vida intelectual era que era un macho. Luis era un macho celoso. Su mujer debía ser siempre la novia-niña que no creciera. Jamás me hizo partícipe de sus proyectos, de sus sueños, sus problemas, del modo en que administraba el dinero, de la política, de la religión. Lo decidía todo: dónde vivir, la hora de comer, dónde íbamos cuando salíamos, la educación de nuestros hijos, mis relaciones, mis amigos.”

     
Viridiana (Silvia Pinal)
Fotograma de Viridiana (1961)
     
Don Jaime (Fernando Rey)
Fotograma de Viridiana (1961)
   
Viridiana (Silvia Pinal)
Fotograma de Viridiana (1961)
       Las anécdotas del primer capítulo giran en torno a Viridiana (1961), esa película que Buñuel rodó en España tras 24 años de exilio, y que significó una iconoclasta bomba de tiempo que el director y coguionista infiltró en su país e hizo estallar en las narices del generalísimo dictador Francisco Franco (1892-1975), del Opus Dei español y del Vaticano, precisamente al obtener en Cannes “la Palma de Oro a la mejor película y el premio especial de la crítica francesa del humor negro”. Sobre tal filme, en la breve iconografía del libro se observa el fotograma de la célebre parodia de La última cena, el mural de Leonardo da Vinci (1452-1519), pintado entre 1495 y 1497 en el refectorio del convento dominico de Santa Maria delle Grazie en Milán, Italia, la cual remite al siguiente instante en que frente a la congelada pose de los mendigos para la dizque foto del recuerdo, una de las pordioseras, como si ella misma fuera la cámara fotográfica de trípode y paño, se coloca frente a ellos, les sonríe y se alza el vestido mostrándoles quizá sólo los calzones.

 
Fotograma donde los mendigos parodian La última cena, el celebérrimo mural pintado por
Leonardo da Vinci en el refectorio del convento dominico de Santa Maria delle Grazie en Milán, Italia.
Es el instante más lúdico y socarrón y quizá el más blasfemo de Viridiana (1961), película
dirigida por Luis Buñuel, protagonizada por Silvia Pinal (Viridiana) y Fernando Rey (Don Jaime).
      En el segundo capítulo, John Baxter asume una perspectiva cronológica a modo de hilo conductor de sus minucias, datos, digresiones y anécdotas. Es decir, esbozando la genealogía de Luis Buñuel y el contexto geográfico, político y social de la época, empieza con su nacimiento en Calanda, provincia aragonesa de Teruel, el 22 de febrero de 1900, y concluye, en el último capítulo, con su muerte, acaecida en la Ciudad de México el 29 de julio de 1983. En este sentido, se puede afirmar que los episodios y datos que John Baxter compiló y narra sobre la vida y obra de Luis Buñuel, si bien no descartan lo personal, familiar, amistoso y enemistoso, oscilan, principalmente, en torno a su formación e itinerario como guionista y director de cine. Así, después de abordar lo relativo a sus estudios entre los jesuitas, a su pérdida de la fe católica y a su paso por la Residencia de Estudiantes, en Madrid, donde conoció a Federico García Lorca (1898-1936) y a Salvador Dalí (1904-1989), el biógrafo, entre otros etcéteras como la constante antipatía con que describe y ridiculiza al pintor, reseña lo que concierne a la guionización, rodaje, contenido y exhibición de Un perro andaluz (1929) y de La edad de oro (1930) y sus parisinos escándalos públicos. Esto, para decirlo sintéticamente, implica la pauta que emplea para desglosar la trayectoria filmográfica de Luis Buñuel.

   
Fotograma de Un perro andaluz (1929)
 
Fotograma de Un perro andaluz (1929)
         Así, luego de lo relativo al rodaje del documental Las Hurdes (1933); a su filiación surrealista, anarquista y comunista; a las cuatro películas producidas y rodadas en Madrid para Filmófono entre 1935 y 1936; a su exilio en París, junto a su activismo y labor de espía tras estallar la Guerra Civil en España; a la supervisión y dirección del documental España 1936 (1937) financiado por el Partido Comunista español (que otros autores registran con el nombre de Espagne 37 o España leal en armas); a su estancia en Estados Unidos, entre 1937 y 1945, donde trabajó en Hollywood y en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Y tras instalarse en México en 1945, John Baxter prosigue la reseña, una por una, de los rasgos y del contenido de sus películas, ya en cuanto a producción, guionización, argumento, reparto, fotografía, rodaje, música, montaje, estreno, acogida del público y de la crítica, premios (si los hubo o no), más otros etcéteras que implican, por ejemplo, paralelismos fílmicos, históricos y culturales; contrapuntos que bosquejan sus obsesiones y posturas ideológicas, anticlericales, surrealistas, oníricas y filmográficas; sus maneras toscas y la distancia con que solía tratar a los actores; su maniática disciplina para rodar y para vivir día a día; los efectos de su creciente sordera; su apego a las armas; a los martinis y buñuelonis; o su frustración ante el resultado de ciertas películas, tales como Gran casino (1947) y El gran calavera (1949), ante las cuales, según el biógrafo, “Buñuel fue el primero en admitir que ambas eran mediocres técnicamente y de contenido más bien banal”; o frente a sorpresas como el éxito en Europa de Los olvidados (1950) —que en México había sido vista con menosprecio, insultos y furiosas pataletas y berrinches— a partir del “premio otorgado por la FIPRESCI, la federación internacional de críticos”, tras ser exhibida en el Festival de Cannes de 1951; el de Nazarín (1958), que según John Baxter, es “la película que relanzó definitivamente a Buñuel a la escena internacional y que marcó el inicio de la segunda y más fructífera etapa de su carrera”; o el de La Vía Láctea (1969), que en contra de lo esperado estuvo largo tiempo en el pequeño cine parisino donde se estrenó, además de que no fue tachada de blasfema y sacrílega por la Iglesia católica, sino que, por ejemplo, cuando “la censura italiana prohibió la película”, el Vaticano mismo “intervino para revocar su decisión”, y pese a “las protestas de algunos sacerdotes críticos, el Festival de Cine Religioso y de Valores Humanos de Valladolid invitó la película”. 

Luis Buñuel durante el rodaje de La Vía Láctea (1969)
          No obstante, la versión de La Vía Láctea que ahora mismo en 2013 circula en DVD, coeditada por Studio Canal y Zima Entertainment en la Colección Buñuel, sí está censurada, precisamente en la secuencia donde Jesús (Bernard Verley), seguido por sus discípulos y otros comensales, se embriaga, hecha relajo, se carcajea y hace obscenos desfiguros tras haber convertido el agua en vino. Mientras que Diario de una recamarera (1964), protagonizada por la actriz Jeanne Moreau (Célestine) y coeditada en la misma serie, no reproduce la versión original en francés (con los obvios y alternativos subtítulos en español), sino ¡una versión doblada al alemán!, pese a que los hechos se ubican en la Francia de 1928, lo cual, en ambos casos, es el colmo de la pestilente sociedad de consumo y de la manipulación industrial de las conciencias (para decirlo con el título de Hans Magnus Enzensberger). 

Jenne Moreau (Célestine) y Luis Buñuel (director)
durante el rodaje de Diario de una recamarera (1964)




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II de II
Es posible que en inglés la presente biografía de Luis Buñuel, escrita por John Baxter, sea otra cosa. La traducción al castellano de Núria Pujol i Valls, si bien es amena, está plagada de errores y erratas e incluso no faltan los yerros sintácticos. John Baxter, que tiene en su haber varias biografías y algunos libros sobre diversas vertientes cinematográficas, da la impresión de ser un crítico e investigador muy documentado y riguroso, de ahí que sorprendan ciertas menudencias diseminadas a lo largo del libro. Por ejemplo, varias veces cita el nombre de Guillermo de Torre (1900-1971), uno de los protagonistas del ultraísmo español e historiador de las vanguardias, y desde 1928 esposo de Norah Borges (1901-1998) y por ende cuñado de Jorge Luis Borges (1899-1986); pero su apellido figura como “De la Torre”. En la mínima iconografía en blanco y negro (y en el listado de la misma) el nombre del pintor, poeta y crítico de arte José Moreno Villa (1887-1955) aparece como “Juan”, célebre, entre otras cosas, por su cercanía a la Generación del 27 y por figurar en varias fotos, muy conocidas, que aluden a la legendaria y paródica Orden de Toledo, a la que perteneció, fundada en 1923 por Luis Buñuel y sus amigos de francachelas. Meche (Alma Delia Fuentes), la niña de Los olvidados (1950) que protege a Ojitos (Mario Ramírez) y que junto con el abuelo (Juan Villegas) lleva al basurero el cuerpo muerto de Pedro (Alfonso Mejía) —el niño asesinado a palos por El Jaibo (Roberto Cobo)—, erradamente aparece, también varias veces, como “Merche”. Al reseñar la película El fantasma de la libertad (1974), se dice que de los encuentros surrealistas que se ven en ella, el más memorable “presenta a unos sofisticados parisinos sentados en los lavabos en una fiesta de defecación”, cuando en realidad se sientan en los retretes, no “en los lavabos”, colocados alrededor de una mesa de comedor. Y sí lo hacen para defecar en grupo mientras parlotean, fuman y hojean publicaciones con franca actitud de mundana cotidianeidad; en tanto que, muy modositos y avergonzados, cada uno (de uno en uno) debe encerrarse en un estrecho habitáculo individual para comer en solitario. Y en vez de la palabra locaciones, propia del argot cinematográfico, se lee “localizaciones”.
 
En Toledo (Venta del Aire) la Orden de Toledo:
Salvador Dalí, Ernestina González, Luis Buñuel, JuanVicens y José María Hinojosa.
Sentado, José Moreno Villa (1924).
   
La Orden de Toledo: Pepín Bello, José Moreno Villa, Ernestina González,
Luis Buñuel, Salvador Dalí y José María Hinojosa (Toledo, 1924).
       En fin y así por el estilo, como la mirada turística, mitificante y hollywoodense con que John Baxter describe el arribo de Luis Buñuel (desde Nueva York) a México (“el país de la mordida”) en 1945, diciendo (con imprecisión) que los edificios antiguos datan del siglo XVIII y de 1918 la caída de Porfirio Díaz (1830-1915), pese a que en 1918 ya el general había muerto durante su exilio en Francia y a que su caída, si bien comenzó a pergeñarse con el emblemático inicio de la Revolución Mexicana el 20 de noviembre de 1910, se consumó con la firma de su renuncia el 25 de mayo de 1911: “Inicialmente, México, DF, con sus mansiones del siglo XVIII edificadas sobre piedra volcánica del color de la sangre seca, no impresionó ni a Denise [Tual] ni a Luis. Los bloques de oficinas erigidos junto a antiguas iglesias resquebrajadas por los terremotos eran como una metáfora de la violencia implícita en la sociedad mexicana. El espíritu del dictador Porfirio Díaz, destituido en 1918, flotaba aún por todo el país, igual que las antiguas leyes de odio entre razas y la magia ritual.” En este sentido, no asombra que anote: “Durante su primera mañana en México, Buñuel llamó a Tual para leerle la lista de los crímenes que habían ocurrido el día anterior y que aparecían en el periódico de la mañana: ocho asesinatos, dos violaciones y una docena de secuestros.”

        O la siguiente contradicción, entre otras que se hallan por allí, cuando afirma que El discreto encanto de la burguesía (1972) “no se abría hecho si Serge Silberman [el productor que también era amigo de Buñuel] no lo hubiera presionado”, pues páginas adelante John Baxter dice que en 1971, en Cannes, Buñuel se reencontró con Jean-Claude Carrière y “Le confesó que se aburría en ciudad de México y que no le importaría volver a trabajar”; y que después de Cannes “Buñuel fue a París a ver a Silberman” y entonces el cineasta le dijo al productor: “‘Serge, dame dos mil dólares. Tengo una idea para un guión. Necesito ir a España para escribirlo. Si me lleva más tiempo, será responsabilidad mía’. Le di el dinero [apunta el biógrafo que le comentó Serge Silberman] y él y Carrière se marcharon. Tres semanas después recibí un telegrama: ‘Hemos terminado el primer borrador’. Volé a Madrid y me entregó el guión, como si yo fuera el profesor y él el alumno. Y, naturalmente, era fantástico. Era El discreto encanto de la burguesía.” Es decir, no hubo ninguna presión.
      
John Baxter
        Vale señalar, que si bien la biografía de John Baxter bosqueja, uno por uno, lo relativo a los filmes que Luis Buñuel realizó en México y en Europa, siempre lo hace de un modo arbitrario, es decir, abunda más en el rodaje, contenido, intríngulis y vicisitudes de ciertas películas —Un perro andaluz (1929), La edad de oro (1930), Las Hurdes (1933), Robinson Crusoe (1952), por ejemplo—, mientras que de otras casi no cuenta nada, como son los casos de Él (1952), de La ilusión viaja en tranvía (1953), de Nazarín (1958) y de Ese oscuro objeto del deseo (1977), lo cual, viéndolo bien, constituye una caprichosa regla que sostiene a lo largo de las páginas.

        Por otra parte, si el libro da visos de haber querido ser una biografía total o por lo menos lo más completa posible, es evidente que quedaron fuera (o más o menos aludidas) numerosas y novelescas anécdotas relacionadas con su vida de abajo y detrás del pedestal, o sobre su estadía y arraigo en México (para mala fortuna del sentimentalismo de los mexicanos que lo adoptaron o comulgaron con él), pese a que narra un buen número. 
     
Octavio Paz y Luis Buñuel en la entrega de los Premios Nacionales
(México, 1977)
     
Luis Buñuel en el centro con el grupo Nuevo Cine:
Jomí García Ascot, José Luis González de León, Gabriel Ramírez,
Armando Bartra, Emilio García Riera, José de la Colina y Salvador Elizondo.
       
(FCE/UG,  México, 1988)
          Tras su llegada al país azteca, Luis Buñuel hecho raíces. En México desarrolló su técnica para filmar de manera rápida y barata, que John Baxter bosqueja. Se nacionalizó mexicano en 1948. En 1952 construyó su célebre casa familiar en la Cerrada de Félix Cuevas número 27, en la Colonia del Valle, sagrario del eterno retorno al que acudía cada vez que en Europa se sentía enfermo o cansado y a donde finalmente llegó a morir bajo los mimos y desvelos de Jeanne Rucar, su esposa de toda la vida. Residencia comprada a los hijos del cineasta (Juan Luis y Rafael)  por el gobierno español y convertida en la Casa-Museo Luis Buñuel desde el 5 de diciembre de 2011, día que abrió con una muestra en torno a Viridiana (1961) y la Palma de Oro obtenida en Cannes tras su estreno el “17 de mayo de 1961”.

Luis Buñuel con Jeanne Rucar y sus hijos Juan Luis y Rafael.
"Es una de las últimas fotos familiares en su casa de Cerrada de Félix Cuevas"
(México, 1981)
       Entre otras cosas, queda turbio el relato de la supuesta noche que el cineasta pasó en la celda del Palacio Negro de Lecumberri donde se hallaba preso nada menos que el asesino de León Trotsky (1879-1940). No se narra la legendaria anécdota vinculada al texto sobre Los olvidados (“El poeta Buñuel”) que el poeta Octavio Paz (1914-1998) escribió y fechó en “Cannes, 4 de abril de 1951”, antologado por Alba Cama de Rojo en Buñuel. Iconografía personal (FCE/UG, México, 1988). No se detiene en su relación con el grupo Nuevo Cine, pese a que menciona al escritor José de la Colina. E incluso el biógrafo se contradice (y la historia lo contradice a él) al afirmar, siguiendo ciertas observaciones del cineasta Arturo Ripstein, que “Por más que se prodigaran en alabanzas de Buñuel, México nunca lo acogería. Siguió siendo lo que prefería ser, un marginal.”

Luis Buñuel disfrazado de monja y Juan Vicens de monje.
Sentadas, las hermanas Rucar: Jeanne y Georgette (París, 1925)

John Baxter, Luis Buñuel. Una biografía. Traducción del inglés al español de Núria Pujol i Valls. Iconografía en blanco y negro. Colección Testimonios núm. 19, Paidós. Barcelona, 1996. 400 pp.










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